El café era estrecho y oscuro. La fachada principal daba a la carretera y la posterior a la playa. La puerta que se abría a la playa estaba cubierta por una cortina de cañuelas, bamboleada por la brisa. A cada impulso sonaba un diminuto crujido, como de un pequeño entrechocar de huesos.
Tomeu el Viejo estaba sentado en el quicio de la puerta. Entre las manos acariciaba lentamente una petaca de cuero negro, muy gastada. Miraba hacia más allá de la arena, hacia la bahía. Se oía el ruido del motor de una barcaza y el coletazo de las olas contra las rocas. Una lancha vieja, cubierta por una lona, se mecía blandamente, amarrada a la playa.
“Así que es eso” dijo Tomeu, pensativo. Sus palabras eran lentas y parecían caer delante de él, como piedras. Levantó los ojos y miró a Ruti.
Ruti era un hombre joven, delgado, y con gafas. Tenía ojos azules, inocentes, tras los cristales.
“Asi es” contestó. Y miró al suelo. Tomeu escarbó en el fondo de la petaca, con sus dedos anchos y oscuros. Aplastó una brizna de tabaco entre las yemas de los dedos y de nuevo habló, mirando hacia el mar:
“¿Cuánto tiempo me das?”
Ruti carraspeó:
“No sé… a ciencia cierta, no puede decirse así. Vamos: quiero decir, no es infalible.
“Vamos, Ruti. Ya me conoces, dilo.”
Ruti se puso encarnado. Parecía que le temblaban los labios.
“Un mes…, acaso dos…”
“Está bien, Ruti. Te lo agradezco, ¿sabes?... Sí, te lo agradezco mucho. Es mejor así.”
Ruti guardó silencio.
“Ruti” dijo Tomeu. “Quiero decirte algo: ya sé que eres escrupuloso, pero quiero decirte algo, Ruti. Yo tengo más dinero del que la gente se figura: ya ves, un pobre hombre, un antiguo pescador, dueño de un cafetucho de camino… Pero yo tengo dinero, Ruti. Tengo mucho dinero.”
Ruti pareció incómodo. El color rosado de sus mejillas se intensificó:
“Pero, tío…, yo… ¡no sé por qué me dice esto!”
“Tú eres mi único pariente, Ruti” Repitió el viejo, mirando ensoñadoramente al mar. “Te he querido mucho.”
Ruti pareció conmovido.
“Bien lo sé” dijo. “Bien me lo ha demostrado siempre.”
“Volviendo a lo de antes: tengo mucho dinero, Ruti. ¿Sabes? No siempre las cosas son como parecen.”
Ruti sonrió. (Acaso quiere hablarme de sus historias de contrabando. ¿Creerá acaso que no lo sé? ¿Se figura, acaso, que no lo sabe todo el mundo? ¡Tomeu el Viejo! ¡Bastante conocido, en ciertos ambientes! ¿Cómo hubiera podido costearme la carrera de no ser así?) Ruti sonrió con melancolía. Le puso una mano en el hombro:
“Por favor, tío… No hablaremos de esto. No, por favor… además, ya he dicho: Puedo equivocarme. Sí: es fácil equivocarse. Nunca se sabe…”
Tomeu se levantó bruscamente. La cálida brisa le agitaba los mechones grises:
“Entra, Ruti. Vamos a tomar una copa juntos.”
Apartó con la mano las cañuelas de la cortinilla y Ruti pasó delante de él. El café estaba vacío a aquella hora. Dos moscas se perseguían, con gran zumbido. Tomeu pasó detrás de mostrador y llenó dos copas de coñac. Le ofreció una:
“Bebe, hijo.”
Nunca antes le llamó hijo. Ruti parpadeó y dio un sorbito.
“Esto arrepentido” Dijo el viejo, de pronto.
Ruti le miró fijamente.
“Sí” repitió, “estoy arrepentido.”
“No le entiendo, tío.”
“Quiero decir: Mi dinero, no es un dinero limpio. No, no lo es. Bebió su copa de un sorbo, y se limpió los labios con el revés de la mano.”
“Nada me ha dado más alegría: haberte hecho lo que eres, un buen médico.”
“Nunca lo olvidaré” Dijo Ruti, con voz temblorosa. Miraba al suelo otra vez, indeciso.
“No bajes los ojos, Ruti. No me gusta que desvíen la mirad cuando yo hablo. Sí, Ruti: estoy contento por eso. ¿Y sabes por qué?
Ruti guardó silencio.
“Porque gracias a ello tú me has avisado de la muerte. Tú has podido reconocerme, oír mis quejas, mis dolores, mis temores… Y decirme, por fin: acaso un mes, o dos. Sí, Ruti: Estoy contento, muy contento.”
“Por favor, tío. Se lo ruego. No hable así…, todo esto es doloroso. Olvidémoslo.
“No, no hay por qué olvidarlo. Tú me has avisado y estoy tranquilo. Sí, Ruti: tú no sabes cuánto bien me has hecho.
Ruti apretó la copa entre los dedos y luego la apuró, también de un trago.
“Tú me conoces bien, Ruti. Tú me conoces muy bien.”
Ruti sonrió pálidamente.
El día pasó como otro cualquiera. A eso de las ocho, cuando volvían los obreros del cemento, el café se llenó. El viejo Tomeu se portó como todos los días, como si no quisiera amargar las vacaciones de Ruti, con su flamante título recién estrenado. Ruti parecía titubeante, Trieste. Más de una ves vio que le miraba en silencio.
El día siguiente transcurrió, también, sin novedad. No se volvió a hablar del asunto entre ellos dos. Tomeu más bien parecía alegre. Ruti, en cambio, serio y preocupado.
Pasaron dos días más. Un gran calor se extendía sobre la isla. Ruti daba paseos en barca, bordeando la costa. Su miranda azul, pensativa, vagaba por el ancho cielo. El calor pegajoso le humedecía la camisa, adhiriéndosela al cuerpo. Regresaba pálido, callado. Miraba a Tomeu y respondía brevemente a sus preguntas.
Al tercer día, por la mañana, Tomeu entró en el cuarto de su sobrino y ahijado. El muchacho estaba despierto.
“Ruti” dijo suavemente.
Ruti echó mano de sus gafas, apresuradamente. Su mano temblaba:
“Qué hay, tío?”
Tomeu sonrió.
“Nada” dijo. “Salgo, ¿sabes? Quizá tarde algo. No te impacientes.”
Ruti palideció:
“Está bien” dijo” Y se echó hacia atrás, sobre la almohada.
“Las gafas, Ruti” dijo Tomeu. “No las rompas.”
Ruti se las quitó despacio y se quedó mirando al techo Por la pequeña ventana entraban el aire caliente y el ruido de las olas.
Era ya mediodía cuando bajó al café. La puerta que daba a la carretera estaba cerrada. Por lo visto su tío no tenía intención de atender a la clientela.
Ruti se sirvió café. Luego, salió atrás a la playa. La barca amarrada se balanceaba lentamente.
A eso de las dos vinieron a avisarle. Tomeu se había pegado un tiro, en el camino de la Tura. Debió de hacerlo cuando salió, a primera hora de la mañana.
Ruti se monstró muy abatido. Estaba pálido y parecía más miope que nunca.
“¿Sabe usted de alguna razón que llevara a su tío a hacer esto?
“No, no puedo comprenderlo…, no puedo imaginarlo. Parecía feliz.”
Al día siguiente, Ruti recibió una carta. Al ver la letra con su nombre en el sobre, palideció y lo rasgó, con mano temblorosa. Aquella carta debió de echarla su tío al correo antes de suicidarse, al salir de su habitación.
Ruti leyó:
“Querido Ruti: Sé muy bien que no estoy enfermo, porque no sentía ninguno de los dolores que te dije. Después de tu reconocimiento consulté a un médico y quedé completamente convencido. No sé cuánto tiempo habría vivido aún con mi salud envidiable, porque estas cosas, como tú dices bien, no que saben nunca del todo. Tú sabías que si me creía condenado, no esperaría la muerta en la cama, y haría lo que he hecho, a pesar de todo; y que, por fin, me heredarías. Pero te estoy muy agradecido, Ruti, porque yo sabía que mi dinero era sucio, y estaba ya cansado. Cansado, y, tal vez, eso que se llama arrepentido. Para que Dios no me lo tenga en cuenta – tú sabes, Ruti, que soy buen creyente a pesar de tantas cosas – dejo mi dinero a los niños del Asilo.”
English
The coffee was narrow and dark. The main facade facing the road and back to the beach. The door that opened onto the beach was covered by a curtain of canes, swaying in the breeze. Each pulse sounded a tiny crack, like a little rattle of bones.
Tomeu the Elder was sitting in the doorway. In the hands slowly stroking a black leather case, very worn. Looked beyond the sand into the bay. You could hear the engine noise of a barge and the backlash of the waves against the rocks. An old boat, covered by a tarp, rocking gently, moored to the beach.
"So that's it" Tomeu said thoughtfully. His words were slow and seemed to fall before him, like stones. He looked and looked at Ruti.
Ruti was a young man, thin and bespectacled. He had blue eyes, innocent, behind the glass.
"Yes," he replied. And looked down. Tomeu dug into the bottom of the pouch with your fingers wide and dark. He crushed a blade of snuff between the fingertips and again spoke, facing the sea:
"How long you give me?"
Ruti coughed:
"I do not know ... for sure, can’t say that. We-I mean, I’m not infallible.
"Come on, Ruti. You know me, say it."
Ruti blushed. It seemed that his lip trembled.
"A month ... maybe two ..."
"Okay, Ruti. Thank you, you know? ... Yes, thank you very much. It's better that way."
Ruti was silent.
"Ruti" Tomeu said. "I tell you something: I know you're squeamish, but I want to tell you something, Ruti. I have more money than people figure: see, a poor man, a former fisherman, owner of a greasy spoon on the way ... But I have money, Ruti. I have a lot of money. "
Ruti looked uncomfortable. The pink color of his cheeks intensified:
"But, man ... I ... Why are you telling me this!"
"You are my only relative, Ruti" repeated the old man, looking dreamily out to sea. "I have loved you a lot."
Ruti seemed moved.
"Well I know," he said. "Well I have always shown."
"Back to before: I have a lot of money, Ruti. Do you know? Things are not always as they seem."
Ruti smiled. (Perhaps you want to tell me about their stories of smuggling. Does he not know anything? Figure is perhaps not everyone knows what? Tomeu Old! Enough known in certain circles! How could I pay my the race is not the case?) Ruti smiled wistfully. He put a hand on his shoulder:
"Please, man ... Do not talk about this. No, please ... well, I said: I can be wrong. Yes: it is easy mistakes. You never know ..."
Tomeu rose sharply. The warm breeze stirred the gray strands:
"Come in, Ruti. Let's have a drink together. "
Hand away from the canes and Ruti curtain went before him. The cafe was empty at that hour. Two flies were pursued with great buzz. Tomeu went behind the counter and filled two glasses of brandy. He offered one:
"Drink, son."
Never before had he called him son. Ruti blinked and took a sip.
"This sorry" said the old man, suddenly.
Ruti stared at him.
"Yes," he repeated, "I'm sorry."
"I do not understand, man."
"I mean: My money, money is not clean. No, it is not. He drank his glass in one gulp and wiped his mouth with the back of the hand."
"Nothing has given me more joy: I made you what you are, a good doctor."
"I'll never forget," said Ruti, his voice trembling. I looked down again, undecided.
"Do not lower your eyes, Ruti. I do not like to divert the look when I speak. Yes, Ruti: I'm happy about that. And you know why?
Ruti was silent.
"For through this thou hast warned of death. You have been able to recognize me, hear my complaints, my pains, my fears ... And tell me, at last, perhaps a month or two. Yes, Ruti: I'm happy, very happy. "
"Please, man. Please do. Do not talk like that ..., this is painful. Forget it.
"No, no reason to forget it. You've warned me and I am calm. Yes, Ruti: you do not know how much good I have done.
Ruti cup squeezed between the fingers and then drained it, also in one gulp.
"You know me well, Ruti. You know me very well. "
Ruti smiled wanly.
The day passed like any other. At about eight o'clock, when the workers returned cement filled coffee. The old Tomeu behaved like every day, as if unwilling Ruti bitter break with his new brand new title. Ruti seemed hesitant, Trieste. More than a see saw watching him in silence.
The next day passed, also without incident. No further discuss the matter between them. Tomeu seemed more cheerful. Ruti, however, serious and worried.
It was two days. A large heat spreading over the island. Ruti was boating along the coast. His blue miranda thoughtfully, wandered through the wide sky. The sticky heat will wet the shirt, attaching it to the body. Back pale and silent.Tomeu looked at and responded briefly to questions.
On the third day, morning, Tomeu entered the room of his nephew and godson. The boy was awake.
"Ruti" he said softly.
Ruti reached for his glasses, hastily. His hand trembled:
"What is it, uncle?"
Tomeu smiled.
"Nothing," he said. "I go, you know? Maybe something later. Do not fret. "
Ruti turned white.
"Okay," he said, "And he leaned back on the pillow.
"The glasses, Ruti" Tomeu said. "Do not break them."
Ruti took them off slowly and stared at the ceiling for the small window the hot air entering and the sound of the waves.
It was noon when he came down to coffee. The door leading to the road was closed. Apparently his uncle did not intend to serve customers.
Ruti served the coffee. Then he went back to the beach. The moored boat swung slowly.
Around two came to warn him. Tomeu had shot himself in the path to Tura. He must do so when it came out early in the morning.
Ruti appeared very despondent. He was pale and seemed more myopic than ever.
"Do you know of any reason to take his uncle to do this?"
"No, I can’t understand ... I can’t imagine. He seemed happy."
The next day, Ruti received a letter. Seeing the name on the envelope, he tore it, pale and with a trembling hand. This letter must have been sent by his uncle before killing himself, while leaving his room.
Ruti read:
"Dear Ruti: I know I'm not sick, because I did not feel any pain I told you. After your recognition consulted a doctor and I was completely convinced. I do not know how long they have lived with my health still enviable, because these things, as you say well, not that it never fully know. You knew that if I felt condemned, not expect the dead in bed, and do what I did, nevertheless, and, finally, I would inherit. But I'm very grateful, Ruti, because I knew my money was dirty and was tired. Tired, and perhaps what is called repentance. For God did not take this into account - you know, Ruti, I am true believer in spite of so much - I leave my money to the children of the Asylum. "